Umbrales, balcones y ventanas
UNIDOS CONTRA EL CORONAVIRUS
Los momentos de confinamiento nos han permitido descubrir los umbrales de nuestros hogares. Son espacios fronterizos que nos ayudan a mantener ciertas formas de contacto con el exterior: para tomar el sol, para ver a los vecinos y el paisaje, para cuidar nuestras plantas... Estos lugares nos ayudan a reflexionar sobre los tiempos actuales, pero también sobre cómo será todo cuando pase esta situación.
(Foto: Beatriz Borque)
Estos días hemos visto reducir nuestro mundo a lo puramente doméstico en un momento, intentando reconstruir en él lo que atañe a lo profesional, a lo lúdico, a lo ocioso, a todo. Nuestra concepción del tiempo también ha cambiado. Ante una situación desconocida y sin un final claro, los hábitos cambian y la semana ya no se organiza como lo habíamos hecho hasta ahora, diferenciando entre días laborables y no laborables, sino que hemos pasado de gestionar una semana entera a hacerlo día a día.
Pasan las horas y pasan nuestros días, como el día de la marmota. El marco en el que habitamos es diferente física y mentalmente. Hemos tenido que recrearlo imaginativamente, condicionado a su nueva circunstancia.
La gran mayoría de los que vivimos en ciudades, lo hacemos en pisos interiores que, como máximo, tienen uno o dos balcones; incluso hay quien no dispone siquiera un balcón y tan sólo cuenta con una ventana por la que mirar el cielo. Los más afortunados disfrutan de terrazas amplias donde poder salir a respirar aire fresco y ver el Sol. También hay quien cuenta con un jardín en casa, pero… ¡Eso es otro cantar!
Los jardines son espacios fundamentales para sobrellevar el confinamiento. (Unsplash).
El umbral que ahora me interesa es la ventana, balcón, terraza o patio a través de lo cual vemos (y sentimos) estos días el mundo exterior.
Luego ya están los que viven en el campo. La cuarentena en el campo debe ser bien diferente a la de las ciudades. Estos días recibo vídeos y fotos que me envían desde el pueblo de mi familia, en Teruel, y la solitud y el silencio son allí reconfortantes, todo lo contrario al silencio de estos días en las ciudades.
Relacionarnos con el exterior en tiempos de confinamiento
Uno de los aspectos más interesantes de la casa es la manera de relacionarse con el exterior. Esa parte que denominamos el umbral, el paso de un estado a otro. El umbral entre el habitar interior —dígase lo doméstico y privado— y el exterior —lo público y común—. A menudo, nos referimos al umbral como al tramo de acceso principal de una vivienda; pero el umbral que ahora me interesa es la ventana, balcón, terraza o patio a través de lo cual vemos (y sentimos) estos días el mundo exterior. Ese lugar que todavía es nuestro pero que está a la vista de nuestros vecinos. El lugar que nos relaciona con la comunidad desde la cuarentena.
Está claro, en estos espacios podemos mantener nuestra distancia de seguridad exigida hoy en día para relacionarse con cualquiera, podemos tomar el Sol y adquirir algo de vitamina D, podemos ver qué día hace y advertir los cambios de la primavera, podemos oír pájaros y podemos mirar la calle.
Las plantas pueden aportar momentos de alegría durante nuestro confinamiento. (Unsplash).
Plantas para aliviar tiempos duros
Y es ése lugar donde habitualmente ponemos nuestras macetas con plantas, para alegrar nuestra vista y la de los vecinos. Ese espacio donde pueden crecer dentro de unas condiciones reducidas de espacio, luz y agua. Salir a cuidarlas se ha convertido estos días en algo puramente vital. Ver cómo crecen, vigilarlas, y alentarlas ahora que gozan más de nuestra atención.
Estos días parece que damos más importancia al paso del tiempo, a ver cómo cualquier detalle, cambio de luz o el brotar de una nueva hoja que ya no nos pasa inadvertido. Estamos más pendientes de todo y también del cuidado de las plantas. Todo ello lo hacemos a través de ese umbral. Es nuestra conexión con el mundo real al margen de lo virtual. Pero más allá de ese umbral que es el balcón y las plantas en macetas, el contacto con la vegetación se ha convertido en nuestra vía directa estos días con la naturaleza y con nuestros sentidos. Las cuidamos, limpiamos sus hojas y las regamos cuando vemos que lo necesitan.
Últimamente ha llovido, lo que las ha ayudado un poco más a sobrevivir en este invierno y otoño tan secos y cálidos. Parece que la naturaleza se está despertando en este intervalo de tiempo y espacio que nos está tocando vivir, como si quisiera reafirmarse. Al mismo tiempo, observamos hierbas que crecen espontáneamente en estas macetas, compitiendo o acompañando a la planta que habíamos plantado. Yo las dejo, observando el proceso que va a llevar esa convivencia de amor o no.
Tomar el sol es necesario, aún y estar dentro de casa, tanto para las plantas como para las personas. (Beatriz Borque).
Cuidar algo vivo que va creciendo y que además nos devuelve nuestra atención en forma de fruto o producto es algo más que reconfortante
Hay quien no tiene Sol directo o sólo lo recibe durante 40 minutos al día como máximo en las estaciones de verano, por lo que va a tener que optar por plantas de semi sombra o sombra como helechos que necesitan que les cuiden mucho. Los que por el contrario tienen una buena orientación y no tienen edificios vecinos que les hagan sombra pueden tener plantas de Sol que, además, en muchos casos, pueden ser más resistentes y necesitar menos agua como plantas crasas, palmeras o margaritas.
En algunos casos hay quien también se aventura a plantar en su reducido espacio exterior un pequeño huerto o alguna planta que dé algún fruto, algo que estos días puede estar agradeciendo enormemente ante la mirada celosa de algún vecino. La vida de la cuarentena nos hace un poco más Robinson Crusoe’s y quizás más de uno ha pensado que era una buena idea esto de cultivar alguna planta que dé frutos, así como coser su propia ropa o cortarse el pelo uno mismo.
Cuidar algo vivo que va creciendo y que además nos devuelve nuestra atención en forma de fruto o producto es algo más que reconfortante, es pura terapia en una vida que normalmente lleva un ritmo demasiado alejado de nuestro ritmo natural. Esto se ve en muchas ciudades donde se proponen, cada vez más a menudo, áreas para huertos urbanos, dirigidos especialmente a las personas mayores y jubiladas.
Jardins hotel Wittmore. Beatriz Borque. (Pol Viladoms).
Gracias a estos espacios cultivables, este sector de la población evita pasar muchas horas en casa a solas. Con estos huertos urbanos pueden estar al aire libre, cultivando en un medio natural y relacionándose, al mismo tiempo que generan un beneficio medioambiental al entorno. Eso mismo es lo que potenciamos también desde nuestros balcones y edificios.
Las plantas que nos acompañan dentro de casa también nos transportan a otros lugares. Pueden además llegar a beneficiar nuestra salud, ya que, algunas, como reguladoras de la humedad ambiental, pueden llegar a reducir la carga electroestática del ambiente. Incluso algunas pueden ser descontaminantes de substancias nocivas que entran en nuestro entorno bajo el vestido de tintes, barnices, colas o plásticos.
Así que además de las plantas que forman parte de nuestro paisaje interior, también tenemos éstas que nos sirven de catalizadoras. No se trata de plantas extrañas difíciles de encontrar, sino que pueden ser el Potus o la Sanseviera. Todas ellas son plantas que se encuentran en otro nivel del umbral. Dependen de las oberturas de nuestra casa porque siguen necesitando luz para vivir, aunque en menor medida. En todos los casos, observar sus formas, tocarlas y olerlas es una ayuda para desconectar.
Las plantas van ganando terreno estos días en los espacios exteriores de las ciudades. (Unsplash).
Los ecosistemas de plantas que crecen libres en la ciudad se autogestionan
Plantas que crecen libres en la ciudad
Más allá del balcón están las plantas que espontáneamente nacen en los espacios residuales que la ciudad ha olvidado. Desde una de mis ventanas, ese espacio residual se concreta en las fisuras de un edificio en estado ruinoso, a la altura del terrado donde se intuyen además colonias de plantas mucho más abundantes que las de las fachadas y que podrían estar conformando un jardín espontáneo . A éstas también se les sigue su evolución desde nuestro confinamiento. Siempre oscilan entre la vida y la muerte. Más bien tienen una vida corta pero que se va renovando continuamente, son resistentes y diversas.
Estos vegetales casi siempre salen en los mismos resquicios que pueden almacenar una cantidad de sedimentos y humedad necesarios para que crezcan. Posiblemente, son el fruto de las semillas que ha dejado algún pájaro inconscientemente o depositado el viento. Constituyen también el Tercer Paisaje al que se refiere Gilles Clément en su manifiesto. El jardinista y paisajista viene a referirse a esos espacios abandonados, terrenos baldíos o solares, en definitiva, espacios sin gestión humana.
Estos lugares funcionan como refugio de múltiples especies vegetales que, dentro del desorden de la mezcla, encuentran un equilibrio y donde se abre la posibilidad de ampliar la diversidad natural. Son ecosistemas que se gestionan a ellos mismos.
Jardins Antònia Vilàs. Beatriz Borque i Miquel Mariné.(Rita Puig-Serra Costa).
Será interesante también imaginar cómo estarán virando los parques y jardines de la ciudad hacia ese Tercer Paisaje sin su mantenimiento ni su gestión, ni su uso intensivo tal como lo padecerían en circunstancias normales. Seguramente, estarán encontrando su propio equilibrio y belleza en esta primavera extraña y estarán siendo habitados, tal como hemos podido ver en algunas imágenes todos nosotros hemos recibido estos días, por vida animal que parece ser incapaz de cohabitar con la omnipresencia de la especie humana.
Cuando volvamos a salir a la calle quizás prestemos más atención a cualquier terreno o espacio con vegetación, gestionado o no, que nos encontremos en nuestro camino y lo usemos más cuidadosamente.
Y es por eso que cobra de una gran importancia la capacidad de la arquitectura de dar cabida a la naturaleza dentro del ámbito doméstico e individual, pero sin olvidar lo común y lo urbano. Espero que a partir de ahora la naturaleza esté más presente en nuestros proyectos de arquitectura siempre y cuando pongamos las condiciones necesarias para desarrollarse bien, porque forma parte de lo que es vital para el habitar.
Para ello, será imprescindible estudiar nuevas maneras de habitar y de relacionar este habitar con el exterior, recuperar estrategias espaciales y materiales de la arquitectura tradicional mediterránea, huyendo de la cápsula cerrada y potenciando los umbrales que comentábamos, tanto a nivel privado como comunitario que incorporen la vegetación.
Por una parte, una apuesta por los espacios que nos relacionan con el exterior desde el interior de la vivienda mucho más generosos, bien orientados y que tengan la capacidad de incluir jardineras; y por otro lado, potenciar los espacios comunitarios en edificios de viviendas como vestíbulos, patios, pasarelas y cubiertas en las que las plantas puedan estar presentes ya sea como vegetación espontánea, jardines o como huertos comunitarios dentro de cada edificio.
Dichas cubiertas podrían convertirse en un nuevo estadio de espacio público-privado dentro de las ciudades y beneficiarse los usuarios de cada edificio potenciando la idea de comunidad. Espero entonces que no sea lo primero que se deseche cuando no haya presupuesto, que es más que habitual hoy en día.
La naturaleza incorporada contribuye a la salud de nuestros hogares. (Beatriz Borque).
Debería ser tan importante como cumplir con los requerimientos energéticos, acústicos o de la índole que sea que la normativa exija. La naturaleza incorporada a la arquitectura influye y mucho en el confort y salud de las personas y del espacio que habitamos individual y colectivamente, tal como publicó Sonia Hernández, arquitecta coordinadora de Salud COAC.
Pensemos también más y mejor sobre cómo introducir la naturaleza en la ciudad permitiendo y potenciando diferentes niveles de uso y gestión, dando lugar a espacios donde la mano humana intervenga menos o incluso se abstenga, apostando quizás por reservas naturales urbanas y potenciando estrategias para que calles, parques, espacios públicos y jardines que incorporen la diversidad y riqueza de la vegetación en igualdad de condiciones que la arquitectura misma. En definitiva, que las plantas estén cada vez más presentes en las vidas de las personas.
#joemquedoacasa
Beatriz Borque
Arquitecta y paisajista
Día 27 de confinamiento
Lecturas recomendadas
- Manifesto del Tercer Paisaje. Gilles Clément, Ed. GG
- La ciudad. Massimo Cacciari, Ed. GG
- Humanité végétale. Mario Del Curto, Ed. Actes Sud
Este post es un artículo que también podrás leer junto a otros más en el libro Arquitectura desde casa: crónicas del confinamiento. Puedes descargarlo en el siguiente enlace.
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