Paisajes del futuro
UNIDOS CONTRA EL CORONAVIRUS
La lucha contra el Covid-19 no puede hacernos olvidar el gran desafío de la humanidad: el cambio climático. Este artículo repasa los puntos claves que todos debemos tener presentes para garantizar la futura salud del planeta.
(Foto: Miriam García García)
Estos días las ciudades se preparan para lo que se ha denominado desescalada en un pretendido regreso a la normalidad. La sociedad y los medios de comunicación parecen medir la velocidad de la recuperación de la crisis sanitaria del Covid 19 tomando como referencia la actividad y hábitos de vida previos a la declaración del Estado de Alarma. Sin embargo, mucho antes de que escucháramos la palabra coronavirus el contexto en el que habitábamos estaba muy lejos de poder ser considerado como normal. Más bien todo lo contrario. Y es que hace tiempo que sabemos que el Sistema Tierra sufre un desbordamiento de sus ciclos biogeofísicos globales.
Entre la gran cantidad de investigaciones realizadas sobre la extralimitación ecológica destaca el Informe Planetary Boundaries, elaborado en 2009 y dirigido por Johan Rockström de la Universidad de Estocolmo junto a un grupo de 28 científicos de renombre internacional. El objetivo del estudio es identificar los nueve procesos que regulan la estabilidad y la resiliencia del sistema de la Tierra. También presenta un conjunto de nueve límites planetarios dentro de los cuales la humanidad puede continuar desarrollándose. Sin embargo, cruzar estos límites aumenta el riesgo de generar cambios ambientales abruptos o irreversibles a gran escala. Estos ciclos son el cambio climático, la biodiversidad, el ciclo del fósforo y el nitrógeno, el ozono estratosférico, la acidificación de océanos, agua dulce, suelo, contaminación por aerosoles y contaminación química.
Planetary Boundaries. Fuente: J. Lokrantz/Azote based on Steffen et al. 2015. (Miriam García García).
Los estudios más recientes demuestran que solo el aumento del calentamiento global excederá los límites de capacidad de adaptación del Sistema Tierra y como consecuencia habrá una disminución general sustancial de la producción agrícola, un aumento de los precios y una disparidad aún mayor entre los países ricos y pobres. Al mismo tiempo, las zonas costeras del mundo, especialmente los deltas y costas bajas se inundarán. En estas áreas es donde se asientan la mayoría de las megaciudades emergentes y una importante cantidad de infraestructuras vitales para las economías nacionales y el comercio internacional. Además, aumentará el riesgo de daños por temporales costeros; y así podíamos continuar hasta un sinfín de efectos en cascada que harán del planeta un lugar difícil para la vida tal y como la conocemos, a finales de este siglo o antes.
No son predicciones, son solo los titulares de una evidencia científica que llevamos demasiado tiempo negando. La crisis sanitaria causada por el coronavirus nos devuelve bruscamente a la realidad. Somos organismos ecodependientes e interdependientes dentro de una biosfera donde todo está conectado con todo lo demás. En este contexto ¿estamos dispuestos a utilizar todos los recursos disponibles para superar la presente emergencia sanitaria para continuar habitando en el negacionismo o podemos utilizarlos para una transición hacia modos de consumo y modelos urbanos más resilientes?
Por poner tan solo un ejemplo que nos es próximo, el Covid 19 ha irrumpido tan solo unos meses después de que el temporal Gloria dejara en las costas del levante y de Cataluña un balance desolador. La reflexión sobre los efectos de esta borrasca no puede quedarse en el recuento de los miles de millones de euros que ha ocasionado en daños materiales en paseos marítimos, playas, casas y restaurantes o en sus registros récord de oleaje y vientos. Su magnitud y gravedad en el actual contexto de emergencia climática deberían servir de catalizador de un cambio en la legislación, el uso y el diseño del litoral. La información científica disponible nos indica que, aunque Gloria se trata de un temporal poco corriente, es susceptible de producirse, incluso de repetirse en el futuro con mayor frecuencia. También sabemos que cuando esto ocurra los daños serán iguales o mayores que los actuales. Pero ¿por qué?, ¿qué hay detrás de este enorme fracaso?
"En apenas medio siglo hemos esquilmado un rico universo de hábitats que formaban una membrana, una costa viva, con capacidad de adaptación frente a las perturbaciones climática".
Todo es consecuencia de un irracional modelo de ocupación de la costa basado en la falsa presunción de que "eso" que llamamos "naturaleza" es algo externo a nosotros. Pues no, la "naturaleza" no es algo que consumimos, sino que es algo que construimos, somos parte de la trama de la vida. Habitamos en sistemas sociales que están indisolublemente vinculados a los sistemas ecológicos en los que se insertan. Las alteraciones que ocasionamos en una parte del sistema modifican su funcionamiento, llegando a provocar en ocasiones su colapso y desaparición.
La construcción de embalses y canalización de los ríos, junto con las masivas repoblaciones forestales han dejado sin alimento a las playas; kilómetros de asfalto convertido en paseos marítimos han sepultado cordones dunares que hubieran ayudado a minimizar la erosión de la playa emergida; la construcción de puertos y espigones han rigidizado y alterado la circulación de los sedimentos y miles de hectáreas de humedales costeros han sido rellenados para ganar terreno al mar. Esta intensa urbanización del litoral español ha dado como resultado una costa herida, incapaz de reaccionar y adaptarse a los efectos del cambio climático.
En apenas medio siglo hemos esquilmado un rico universo de hábitats que formaban una membrana, una costa viva, con capacidad de adaptación frente a las perturbaciones. Albuferas, arrecifes, bahías, cordones litorales, deltas, dunas, estuarios, flechas, islas barrera, lagunas y marismas, entre otros, han desaparecido o están gravemente alterados. Esta "naturaleza" actuaba como filtro o protección ante los temporales, controlaba la erosión, filtraba y mejoraba la calidad del agua o servía como fuente de producción de alimentos, entre otros muchos servicios ambientales.
Por eso, en el actual contexto de emergencia climática, somos cada vez más los que reclamamos rediseñar la costa aumentando no su resistencia, como se ha hecho hasta ahora, sino su resiliencia. La resiliencia es la capacidad de un sistema de absorber las perturbaciones y adaptarse mediante el cambio y el aprendizaje. Para ello es necesario trabajar con las dinámicas de la naturaleza en vez de intentar controlarlas. Es decir, abandonar los espigones y diques para diseñar meandros del rio donde se recojan sedimentos que sean transportados hacia la desembocadura. Una vez allí, fortalecer la formación de humedales costeros cuya vegetación actúe de nuevo de barrera natural protectora. También es importante recrear o recuperar los cordones dunares, crear arrecifes artificiales sumergidos, construir lagunas de inundación donde dirigir el agua, retenerlo y distribuirlo para minimizar las inundaciones y la intrusión salina. Estas son solo una muestra de las muchas otras medidas basadas en la naturaleza que se pueden tomar.
Resiliencia costa deltaica. Fuente: Miriam García: Hacia la Metamorfosis sintética de la costa. Diseñando paisajes resilientes. Tesis doctoral. (Miriam García García).
En definitiva, parece claro que más grave e irreversible aún que la crisis sanitaria en la que estamos inmersos es la crisis de negación que empuja al conjunto de la sociedad a un regreso a modelos urbanos y de consumo que se han demostrado claramente insostenibles.
Paisaje resilientes. (LAND LAB, laboratori de paisatges).
Sin nuevos conocimientos, aprendizaje colectivo y cambio no hay resiliencia. Y sin resiliencia no hay un futuro en el que humanos y no humanos podamos seguir cohabitando. Entonces cuáles deben ser las transformaciones necesarias del medio urbano y cómo podemos los profesionales de la arquitectura, la planificación y el paisaje contribuir al cambio cultural que necesitamos, atendiendo a la situación actual de crisis sistémica, para hacer posible el derecho a una ciudad saludable. Cuáles son los conocimientos de los que debe dotarse nuestra práctica profesional para hacer posible estos cambios. La reflexión sobre nuevos modelos de diseño de paisajes resilientes es hoy más urgente y pertinente que nunca. Por que la ciudad del futuro será resiliente o no será, y no hay tiempo que perder.
#joemquedoacasa
Miriam García García
Doctora arquitecta, paisajista y urbanista
http://www.landlab.es
Este post es un artículo que también podrás leer junto a otros más en el libro Arquitectura desde casa: crónicas del confinamiento. Puedes descargarlo en el siguiente enlace.
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